Más allá de la silla de ruedas: romper los mitos sobre la discapacidad física en Venezuela
Las personas con discapacidad físico-motora suelen ser encasilladas en un estigma: dependencia absoluta. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Con accesibilidad, apoyos técnicos y oportunidades, participan activamente en la vida social, laboral y comunitaria. Lo que más los limita no son sus cuerpos, sino las barreras impuestas por la sociedad.
La discapacidad físico-motora se refiere a la disminución o ausencia de la movilidad en alguna parte del cuerpo. Puede ser congénita o adquirida (accidentes, enfermedades, lesiones). No impide el desarrollo intelectual ni la capacidad de liderazgo, pero sí exige accesibilidad e inclusión real.
Los prejuicios más comunes
- “Si está en silla de ruedas, bastón y/o muletas, no puede trabajar.”
- “Necesita que alguien lo cuide siempre.”
- “No puede tener pareja ni una vida familiar plena.”
- “Es una carga económica.”
- “Su vida es limitada.”
Estos mitos reducen a la persona a su condición física y le niegan la posibilidad de ser vista como un ciudadano con talentos y aspiraciones.
Algunas de las consecuencias
- Desigualdad en el acceso laboral: muchas empresas asumen que no pueden desempeñarse profesionalmente.
- Dificultades para la educación: la falta de rampas, ascensores o transporte accesible genera exclusión.
- Invisibilización en espacios culturales, deportivos y políticos.
- Estigmatización en la vida social y afectiva.
La discapacidad físico-motora es una de las más comunes en Venezuela, asociada a accidentes de tránsito, enfermedades degenerativas o problemas congénitos. En nuestro país, los principales retos son la falta de accesibilidad urbana, transporte adecuado y entornos laborales inclusivos. Sin embargo la Ley Orgánica para la Inclusión, Igualdad y Desarrollo Integral de las Personas con Discapacidad establece la obligación de garantizar accesibilidad en espacios públicos y privados.
Romper los prejuicios hacia las personas con este tipo de discapacidad comienza por reconocer que no necesitan compasión, sino accesibilidad, respeto y oportunidades. Una rampa construida, un ascensor en funcionamiento, un empleo digno y un trato igualitario abren más puertas que cualquier discurso vacío.